Cuando fui Dios,
mis manos y tu barro
se mezclaron,
y tallé con caricias
de mi alma,
la perfecta simetría
de tu cuerpo.
Pero mi sueño de orfebre,
despertó en la hoguera,
con mis amores
aun no resueltos.
No te percibo
porque hube muerto,
cuando mi hálito de vida
te he traspasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario